lunes, 16 de noviembre de 2015

TERTULIA EN LAS CUATRO CALLES

TERTULIA EN LAS CUATRO CALLES

(Revista "La Villa" Agosto 2015)

 Ángel Fraile de Pablo

Tertulia, vieja palabra, que nunca ha dejado de estar de moda en nuestros pueblos, aunque desde hace unos años, se ha convertido también en habitual en los medios de comunicación, sobre todo entre personas, se supone que entendidas en un tema concreto, casi siempre relacionado con temas políticos y económicos.
 Define el diccionario de autoridades, ya en el siglo XVIII, la palabra tertulia como: "Junta voluntaria o congreso de hombres discretos para discutir alguna materia". Otra definición, más acorde con una reunión informal dice: ... "Junta de amigos y familiares para conversación, juego y otras diversiones honestas".
Sea como sea, nos vamos a referir aquí  a la segunda acepción, y que podíamos ampliar diciendo,  que serían tertulias espontáneas donde el tema o los temas, surgen a lo largo de la conversación, sin un guión preestablecido y que generalmente tienen un sentido lúdico además del informativo a nivel local.
Al igual que en cualquier ciudad, cada pueblo tiene sus zonas diferenciadas o delimitadas  en pequeños barrios o calles que se distinguen por algún edificio histórico o construcción característica, por el nombre de alguna plaza o calle, muy conocidas o populares.  
En Vallelado podíamos nombrar muchas de estas, entre otras, "El Barruelo", "Las Casas Nuevas", "Los pradillos", "Las Huertas Rojas", "La plaza" ," Las Escuelas", "La Ermita", "La Tahona",  "Los Corrales", "Las Mochas", "Las cuatro Calles"... y así podíamos seguir.



Cada uno de nosotros, tiene cierto apego a la calle o barrio que le vio nacer, y creer,  y donde desde pequeño se relacionó con sus amigos y vecinos. Eso queda grabado para siempre, aunque por  caprichos del destino o por necesidad, esa persona haya tenido que emigrar lejos de sus raíces. Siempre existirá esa "morriña", como dicen los gallegos, hacia su lugar de origen y hacia aquellas calles, amigos, vecinos, con los que compartió parte de su niñez o juventud. Durante años los vecinos actuales y aquellos que nos precedieron, tenían  a su barrio  o calle como algo importante dentro de sus vidas, por haber nacido y vivido su infancia en ese determinado lugar.  Aunque la relación con los vecinos de un  pequeño pueblo como Vallelado, abarca a casi todos sus habitantes, esta es más estrecha con los vecinos más cercanos, sean de la edad que sean. Si alguno se va   a vivir a otro barrio por las circunstancias que fuesen, siempre quedan grabados los recuerdos del antiguo. Juliana y Serafín,  habían vivido siempre en su querido barrio del Barruelo, pasando hace unos años a habitar a las  "Las Cuatro Calles", pero yo creo que Serafín no dejó ningún día de ir a su antigua casa y antiguo barrio del Barruelo...solía decir que era mejor barrio el Barruelo, lógico, por otra parte,  no obstante allí vivió su infancia y la mayor parte de su vida.


 Ya quedan un poco lejanos  los años en que los vecinos se reunían sobre todo en el buen tiempo, a las puertas de las casas para charlar y pasar un rato al fresco, sobre todo en el verano.  Las mujeres haciendo punto, remendando o cosiendo, en las largas tardes de los meses estivales. Los hombres,   a la solana, en algún rincón protegido del viento  en los meses invernales donde las faenas del campo eran  menores.  Entonces no había televisión, y las noticias se comentaban en estas largas charlas, opinando tanto de política como de otras cosas más o menos intrascendentes que surgían en el pueblo, nacimientos, bodas, noviazgos...
Los avisos municipales y los distintos pregones que anunciaban la venta de productos ambulantes en la Plaza Mayor,  o avisos particulares de algún vecino, corrían a cargo del alguacil. Recuerdo a Eduardo Cuéllar, (que fue alguacil durante muchos años). El recorrido que hacía por el pueblo era fijo y las paradas también. En las cuatro calles era preceptivo hacer una de estas  parada en el mismo cruce ,  y   siempre precedido por el toque de la chifla de color dorado, para que pusiéramos  atención a lo que se anunciaba... "Se han perdido unas alforjas en el camino de la Vega esta mañana. Se ruega si alguno las ha encontrado las deposite en el Ayuntamiento "Por orden del Sr. alcalde, se hace saber que el próximo lunes con motivo de las fiestas de la Cruz, se comenzarán a poner los tablados de la plaza para  dicha celebración". El pregón o aviso municipal, finalizaba con otro toque de chifla. Otras veces se anunciaban obradizas para la limpieza de caces, arreglo de caminos, etc. o venta de productos en la plaza.
Antes de que el agua corriente estuviera en todas las viviendas, los vecinos iban a por agua potable para el consumo a las fuentes públicas. Una de estas fuentes se instaló en las 4 calles, en la misma esquina de la C/ La Fragua y la C/ Las Mochas. Puede uno imaginarse el trasiego de gente que por allí pasaba a lo largo del  día; personas, que  además de llevar el agua charlaban o comentaban  las noticias y acontecimientos diarios que ocurrían en Vallelado. No era extraño que nos mandasen a por agua en casa porque se necesitase de forma más o menos urgente, y luego recibir una buena bronca por haber tardado, porque siempre en el camino nos entreteníamos a charlar con alguien, claro está que por entonces no llevábamos reloj, por lo que no teníamos noción del tiempo, y cuando legábamos con el agua... "bronca que te crió".
El barrio de "Las Cuatro Calles" cercano a la plaza Mayor, es uno de los más conocidos. En realidad es un cruce de dos calles de forma perpendicular, aunque en realidad el punto lo forman tres: Calle "Las Mochas", que desde la plaza mayor va hasta las escuelas de arriba en dirección  al mediodía; la Calle "La Fragua", que comienza en el mismo lugar donde se situaba hace muchos años la Fragua municipal, y  que dio  nombre a esta calle  y que va en dirección al saliente. La tercera es la Calle "del Moral", que nace en el mismo cruce en dirección a poniente.


 Muchos han sido los vecinos que han vivido y compartido en este barrio de las Cuatro Calles. A lo largo de los años hemos conocido a una gran cantidad de personas de todas las edades que han dado vida a este lugar tan popular. Al ser Vallelado un pueblo pequeño, la relación de los vecinos era muy directa, pero mucho más cercana con los vecinos  más próximos, aunque en ocasiones surgieran roces normales, precisamente por esa proximidad.  Aquí  pasaron sus días y se relacionaron muchas familias y vecinos  que llevamos en nuestro recuerdo, como:
Mariano Vega,  su mujer Victoria y Carmen su hija. Alejandro y Leonor. Inocencio , que Vivian en el callejón. Felipe y Fulgencia su mujer. La Señora Juana y su marido Marcelino, Demetrio y Ciriaca, mis abuelos, mi bisabuela Feliciana (tía Huevera), ya viuda, que había estado viviendo en Aldeamayor de San Martín donde se casó con Hermenegildo, natural de Aldeamayor, el cual falleció joven dejando dos  niños pequeños con los cuales Feliciana volvió a Vallelado a vivir con sus padres.  La abuela Luciana,  que descendía de Torregutiérrez, Mariano y su mujer Matilde. Emilia y su hermana María, ambas solteras. El tío  Saturnino, Filiberto y María. Cecilia,  Eladio y su madre la  abuela María,  que estaba ciega. El tío Fermín y Facunda, su mujer.  La tía Valeriana y sus hijos Melchor, Mariano, Doroteo y Félix, Antonio, que era pastor  y su mujer Nati,  Bernardino y Agustina.  El tío Cándido y Agustina. El tío Venancio y la Sra. Josefa.  Pedro y Candelas. Lorenzo y su mujer Antonia. Concepción y Sabino, que vinieron de Hontalbilla. Sabino ejerció de zapatero y después de alguacil en el Ayuntamiento.  Claudia y su marido Julián que era barbero y aunque vivían en la plaza junto a la iglesia,  en la parte que llaman "juego de pelota", su casa llegaba hasta las cuatro calles por la parte del corral. Por entonces los barberos eran muy necesarios; allí acudían los hombres a afeitarse, generalmente cada 6-7 días y en las festividades importantes. La Señora Fe y Joaquín. El tío Román. Guillermo y Valeriana.  Saturnino (tío cocinas).  Felipa y Ángel el panadero.  Francisco y María. Benito y María.  Germán y María. Tomás y Emiliana. Miguel y Cili, que tuvieron una tienda de comestibles, durante muchos años. Mariano y Carmen.  El tío Leonardo y Florentina su mujer. Leonardo   fue secretario del juzgado. Cipriano y María.  Felipe y su mujer Asunción.  Antonio y Teodomira, que tenían un pequeño corralillo o patio donde pasaban largos ratos junto a otros vecinos. Ciriaco y su mujer Jesusa.  Muchos más vecinos se fueron incorporando a lo largo de años,  a la vida del barrio  y sería imposible nombrarlos a todos.
Los tiempos han cambiado, y muchas viviendas han quedado vacías con el fallecimiento de sus moradores.  Con  el advenimiento de la modernidad se ha perdido en muchos casos esa cercanía y esas tertulias,  que animaban el buen tiempo, y tenían un importante función socializadora, y de sana convivencia, pero todavía se siguen produciendo alguna, claro está adaptada a los nuevos tiempos y que creo yo que no deberíamos de  perder.
Pasé mi niñez y parte de mi juventud, en la Calle La fragua, y en Las Cuatro Calles,  y recuerdo  que al atardecer, empezaban a salir los vecinos a las puertas de sus casas o hacían algún corro, junto al pajar de Tío Vega, Ester pajar, estuvo hasta hace unos años en el lugar donde hoy han plantado un cedro de gran porte y donde actualmente se forman esas tertulias a la sombra del mismo. Los más pequeños, venidos muchos de ellos de los distintos barrios del pueblo,  jugábamos al escondite, a la Maya, a las tabas... o nos sentábamos en el suelo para escuchar lo que hablaban o discernían los mayores. La luz era escasa, pero tampoco muy necesaria, e incluso venía bien para que pudiera volar nuestra imaginación.  Como sonido de fondo no se me olvidan los chillidos de los numerosísimos vencejos, que poblaban todo el cielo, limpiando el ambiente de insectos. Siempre me han llamado la atención estos pájaros que tanto beneficio producían. ahora ya son mucho más escasos, Sus grandes alas y sus cortas patas les impiden posarse en el suelo, por lo que desde que nacen hasta que mueren no tocan nunca el suelo, y si en alguna ocasión han caído por accidente no pueden echar a volar porque sus alas pegan en el suelo, y es necesario cogerlos y lanzarlos al aire. sus nidos estaban situados en las bocas tejas y en agujeros de las viejas vigas de madera de edificios antiguos.  Llegada la oscura noche los murciélagos hacían acto de presencia y nosotros quitábamos la gorra a alguna persona mayor, lanzándola  al aire con la esperanza de cazar alguno de estos feos animales, aunque muy útiles, pero no por ello dejábamos de intentarlo una y otra vez.
 Así entreteníamos muchos ratos y así fuimos creciendo en aquel ambiente distendido que nos ayudó a educarnos y a relacionarnos. Entonces no era necesario ni el teléfono  móvil ni el Whatsapp, que por muchas ventajas que tengan estas muevas tecnologías, que las tienen, no sustituyen a la relación directa,  pienso yo, y de las cuales,  hacemos un uso excesivo, y a veces inadecuado, que nos impiden socializarnos y relacionarnos.

La nostalgia forma parte de nuestras vidas y espero que estas líneas os hayan hecho sonreír y disfrutar recordando nuestra infancia y juventud.